lunes, 25 de enero de 2010

“¡Hijo, ponte los anteojos!”


Me lo solía decir mi mamá hace algunos años, ella es una mujer a la que yo admiro muchísimo, pues siempre esta al pendiente, por mencionar lo mas importante, de su estresante trabajo de oficina, y de toda mi familia lo cual me incluye particularmente a mi.

“¡¡Me duele la nariz!! ¡¡Me mareo!! o ¡¡No me gustan!!” eran las excusas que solía utilizar cuando me lo recordaba, que era muy a menudo.

Yo debía utilizarlos, pues mi visión no era, (ni es) del todo buena, incluso aún recuerdo que de pequeño mis visitas al oculista eran muy frecuentes. Hasta me llego a gustar la maquinita de medición de la vista.

Ahora, varios años después de todos esos fallidos intentos por corregir mi defectuosa visión, me doy cuenta por mi mismo que debo utilizarlos, que es necesario, así que me dirijo a la sala, donde mis padres conversan, y les digo que quiero ir a medirme la vista, que quiero un par anteojos, que esta vez los utilizare permanentemente, que lamento todas las veces que en vano me los mandaban a hacer, que me disculpen por casi siempre darme cuenta tan tarde de las cosas, que me disculpen por ser tan lento en algunas otras y que está vez estoy seguro de lo que les estoy diciendo con respecto a eso.

Mis papis sonríen, y es mi mamá, que se levanta del mueble, se acerca a mi y cogiendo mi mano me dice: “Ya vez lo necesario, e importante que es hacer caso hijo”

Dicho esto, mi mami, mi papi y yo reímos juntos

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