lunes, 15 de agosto de 2011

Capítulo III: El legado del tirano.

La mañana en la que Dante despertó el sol brillaba y se filtraba por entre sus cortinas. Este se sienta en la cama, tocándose suavemente la herida en su pecho, la cual aún cicatrizaba, metros más allá visualiza a Bowen dormido en una silla, con la cabeza sobre el hombro. El príncipe se pone de pie y sin mirar a su maestro sale de la habitación con el semblante claramente mejorado. Los días transcurrieron en medio de un ambiente de luto, pues se llevaban a cabo los funerales del rey Frain. No muchos se entristecieron con la muerte de este cruel hombre, pues casi todos los habitantes del reino así como Bowen habían puesto sus esperanzas en la asunción al trono del joven Dante, quien lució una túnica purpura con encajes dorados muy elegante el día de su coronación y la alegría que este desprendió aquella vez, nunca hubiese dejado imaginar que hacía pocos días su padre había muerto acecinado.
-¡Larga vida a Dante, nuestro rey!- gritaba Broke a viva voz mientras varios soldados a caballo escoltaban al flamante monarca por las aldeas aledañas y los alrededores del castillo. Curiosamente cerca de la multitud que aclamaba al nuevo rey, una joven de cabellos largos y encendido color de ojos miraba detenidamente al muchacho, recordando el accidente que ella pensó, le costó la vida a quien ahora veía como rey.
El rey sonreía, y cerca de él Bowen esbozaba gestos de desagrado ante tanta pomposidad dedicada al evento. Los campesinos y siervos aún se mantenían escépticos ante las reformas que plantearía Dante y si este sería capaz de corresponder a las demandas de un pueblo en desesperación.
Los meses trascurrían y pareciese como si nada hubiese cambiado, excepto las habilidades de Dante con la espada quien en cada entrenamiento con Bowen mejoraba significativamente. Nadie lo sabía, pero Dante y Broke ocupaban su tiempo en otras cosas. Planearon en secreto la reconstrucción del castillo de los celtas, por lo que utilizaban como obreros a los campesinos, quienes prestaban sus servicios al rey tan solo por necesidad, siendo obviamente explotados.
Bowen aparece en el lugar, viendo como Dante se regocija enviando ordenes a los pobres obreros y disfrutando del resultado de sus acciones.
Continuará...

Capítulo II: El corazón de Dragón

-Ha muerto mi señora, el rey Frain, su esposo, asesinado- Broke anuncia con pesar y congoja en los aposentos de la reina, ahora viuda del tirano. Ella solo agacha la mirada y se mantiene inmóvil, las cosas que pasan en ese momento por su cabeza son difíciles de manifestar incluso para ella misma. Un aura de soledad y un silencio tétrico envuelven la gran habitación, y solo es roto por los gritos y quejidos del joven príncipe quien se retuerce del dolor en los brazos de los soldados que lo sostienen e ingresan seguidos por un afligido y preocupadísimo Bowen. La reina se pone de pie inmediatamente.
-Recuéstenlo en la cama- indica el caballero a los soldados. Los gritos de Dante son cada vez más fuertes mientras la sangre no deja de brotar de su pecho.
-¡¡Fuera!! ¡¡Fuera!! ¡¡Fuera Broke!! ¡¡Fuera todos!!... tú quédate Bowen- ordena la reina, mientras trata de calmarse y atender a su hijo, retirándole la pechera de entrenamiento e indicándole a Bowen le alcance una cubeta con agua.
-Perdóneme mi señora Crisanda- se lamenta el caballero.
-No hay nada que perdonar, la tiranía de su padre lo llevó a este fin- lo consuela la reina, mientras trata de limpiar el pecho de su agonizante hijo. La herida queda a vista plena de Bowen quien inclina su mirada en un gesto noble por disimular su impresión.
-Ya no se puede hacer nada por el- Bowen clava sus ojos en los de la reina. En su rostro se dibujan signos de resignación.
-Aún hay algo más…-
Las esperanzas de la madre del príncipe moribundo se sostienen ahora de antiguas leyendas y creencias que legaran su valeroso pueblo, los celtas. La reina llama a los sirvientes y a varios soldados a preparar un transporte para el príncipe, quien es colocado en una camilla grande y sacado del castillo por una caravana que dirige su madre hacia un lugar improbable. Bowen a su lado, la reina Crisanda toma la mano de su hijo mientras este repite con su maestro los antiguos preceptos.
-“Un caballero jura valor, su corazón solo conoce la virtud, su espada defiende a los indefensos, su poder sostiene al afligido, su palabra solo dice la verdad, su ira deshace la maldad…”-
La reina indica a los soldados seguir por un camino de rocas, los lleva a las colinas, hacia lo alto de las cuevas más grandes. Lo más rápido posible, ingresan mientras la oscuridad se cierne sobre ellos, las antorchas son su única luz en el lugar.
En lo profundo de aquella colosal cueva de rocas, la luz que se proyecta puede reflejar una sombra. Aquel aposento es el hogar de una legendaria criatura, quien al verlos acercarse con timidez decide manifestarse.
-¿Las estrellas brillan esta noche humanos?-
-¡No mi señor, ningún alma brilla en esta oscuridad!- la reina rompe el silencio de los temerosos visitantes.
Los soldados temen al ver en lo profundo de la cueva, la silueta del majestoso ser, pero la reina les indica que se calmen y que recuesten al príncipe en una gran roca frente al dragón, este se dirige nuevamente hacia su majestad.
-Crisanda, hija de los celtas-
-Gente que amó a los de tu clase y te llamó amigo, vengo a ti por el-
-Sí, el hijo de aquel rey cruel y lleno de artimañas ¿por el has venido esposa del mata dragón?-
-Soy ahora viuda del mata dragón, pero este joven no es como su padre… este caballero es su mentor y le ha enseñado los antiguos preceptos- le dice colocando su mano sobre el hombro de Bowen-Necesito que me ayudes- Lenta y cuidadosamente Crisanda descubre el pecho de su hijo.
-La herida es profunda- replica el dragón –Sabes lo que pides-
-Te lo suplico mi señor, le enseñaré a ser como tú, crecerá en tu gracia, será bueno y justo… lo juro-
-¡No! El joven debe jurar, dame tu espada caballero- el dragón extiende su enorme garra. Bowen reacciona lentamente, desenvaina su espada y se la ofrece al dragón quien ruge, Dante abre los ojos y se mueve temeroso.
-No tengas miedo hijo, el te salvará-
-Escúchame muchacho, jura que la lujuria y la tiranía de tu padre murieron con él, jura que vivirás y gobernarás con clemencia, ven a mí y aprende las antiguas costumbres ¡Júralo!-
-Lo… ¡lo juro!- le responde con dificultad el muchacho.
En ese momento, el príncipe dio su último suspiro, segundos después dejó de existir.
-¿Dante? ¡¡¿DANTE?!! ¡¡ESTA MUERTO!!- replica Bowen en su desesperación.
-Sosiégate caballero de la antigua orden y atestigua los milagros de la pasada gloria- el dragón entrega la espada a su dueño y es ahí cuando todos en el lugar son testigos de un hecho extraordinario.
Del pequeño corte que se propinó con la espada el dragón en el pecho, se desprende una luz incandescente, tan brillante como una estrella. Este coloca su garra sobre el pecho de Dante y deposita la luz en él.
Con una ráfaga de fuego, su herida es cauterizada. Dante despierta repentina y pausadamente para asombro de todos.
-La mitad de mi corazón para hacerte fuerte, su fuerza para purificar tu debilidad. ¡Vive y recuerda tu juramento!-
Los soldados retiran la camilla de Dante con él, la reina inclinándose agradece al dragón y se retira con la cabeza gacha, pero Bowen con mucho decoro, amabilidad y cortesía agradece a la majestuosa criatura diciendo:
-Serví al padre solo por el bien del hijo, todas mis esperanzas están en el, perdona a un tonto que dudó, llámame si me necesitas, haré lo que me ordenes pues de ahora en adelante mi espada y mi lealtad están a tu servicio.-
-Bastará con que siempre le recuerdes su juramento, caballero de la antigua orden- el dragón se da vuelta y se oculta en lo más profundo de las rocas mientras toda la caravana real termina por retirarse.

miércoles, 15 de junio de 2011

Corazón de Dragón. Capítulo I: Caballero de la antigua orden.

Hace mucho tiempo, cuando majestuosos seres con aliento de fuego surcaban a gran altura los cielos, vivía un caballero que estaba destinado a encontrarse cara a cara y a corazón abierto, con la criatura más extraordinaria que había existido jamás.
En las alturas de una antigua fortaleza en ruinas, que contemplada desde el suelo pareciese que las nubes no llegaran, se escuchaban los bramidos y choques de un combate entre caballeros.
De largos cabellos, de alta estatura, de azulados ojos, de altísima ética y de grandes principios, Bowen es, a su pesar, un caballero a orden del rey Frain. Es uno de los pocos caballeros fieles al código que legaran los tiempos del rey Arturo y la mesa redonda, se volvió maestro del príncipe Dante con la intención de enseñarle los antiguos preceptos y lograr que así que el joven se convierse algún día en uno de aquellos antiguos caballeros que velaban por el orden y la paz. Los 30 abriles de Bowen no solo reflejan su increíble vitalidad y fortaleza, si no que su apariencia transmite una sensación de paz y tranquilidad.
Dante es un muchacho delgado, de blanca tez, de rubios cabellos y melena a medio crecer. Ansioso, decidido a conseguir lo que sea que se proponga sin importar la forma, pero que muestra a los demás una personalidad completamente diferente, solo el tiempo revelará sus verdaderas intenciones. Este blande su espada de entrenamiento y se lanza en feroz ataque contra Bowen.
-Ja ja ja, no está mal- le replica su maestro en tono burlón, enfrascados a mitad del entrenamiento. Las armas empleadas son nobles espadas de madera de caoba, con las cuales utilizan una esgrima firme y rápida en sus ataques.
Dante ataca decidido y algo ansioso, con una expresión que refleja sus sentimientos de fiereza. Bowen en cambio solo ríe y bloquea los ataques de su discípulo, anticipándose a estos y finalmente acertándole un suave golpe bajo el brazo derecho con su arma de entrenamiento al muchacho diciendo:
-pero estarías muerto, ja ja ja ¿Te importa si me siento?...-
Los ataques de Dante no cesaban, pero para su maestro evitarlos era una tarea sencilla incluso sentado en una de las grandes rocas que yacían en lo que fuesen las paredes del lugar.
-¡Lucha con la cabeza, no con el corazón!- Bowen se incorpora nuevamente y comienza a atacar, Dante bloquea hábilmente algunos de sus ataques, pero se ve claramente superado por el maestro. El joven príncipe trata de asestarle una estocada en el vientre, pero Bowen astuto se aparta velozmente y con el pie le crea una zancadilla haciéndolo caer al suelo donde los helechos, que comienzan a brotar de entre las rocas lo reciben.
-Nadie puede vencer desde la tierra- Bowen sonríe nuevamente mientras pronuncia estas palabras -Ven, levántate que alguien viene- Dándole la mano, lo ayuda a levantarse. El joven parece distraído, tal vez lo está por el ruido que hace el caballo de Broke el ambicioso, bonachón y oportunista mensajero del rey quien llega a comunicarles los últimos sucesos que acaecen.
-¿Los ciervos se resisten?- pregunta Dante
-Siempre se han resistido, pero ahora se revelan mi príncipe, el rey Frain quiere que presencie su noble victoria- dice Broke, frunciendo su mandíbula y distorsionando su barba la cual le da su habitual apariencia de oso de montaña.
-No es noble aplastar a hombres desesperados- objeta Bowen
-Son cerdos traidores, el rey ordena, trae al príncipe y tú también puedes venir… niñera- Broke le dirige una fulminante mirada a Bowen y se retira galopando.
Desde las alturas de la fortaleza que sirve como campo de entrenamiento para el príncipe y su mentor, se escuchan ya las trompetas y galopes que anuncian el arribo del ejército real. La tropa del rey se dirige a aplacar la rebelión armada por los campesinos, la clase explotada y perjudicada por la tiranía e injustas reformas aplicadas por el tirano rey Frain, padre de Dante y que ahora se levantan en armas contra la opresión.
Bowen y su aprendiz descienden de las lomas y comienzan a galopar por el llano, acercándose lo más que pueden al campo de batalla, la cual ya había comenzado.
- ¡Muere…! ¡TRAIDOR!- Se le oye gritar al rey mientras con su espada, golpea incansablemente a los campesinos que tratan de bloquearle el paso.
La batalla se desarrolla en una pequeña aldea a las afueras del reino, esta fue rodeada de maderos los cuales utilizan como barreras, lo que demora, pero no detiene, el avance de los jinetes a orden del rey.
Los gritos no se detienen, espadas, escudos, picos, palas, sangre y lágrimas corren por el lugar.
-Espero con esta demostración de crueldad entiendas la diferencia que hay entre batalla y carnicería- dice el maestro, mientras su alumno mira perplejo la crueldad con la que actúa la su tropa.
-Te prometo, Bowen seré mejor que él, seré mejor rey que mi padre- le responde Dante.
Los ataques por parte de ambos bandos no cesaban pero ya parecía decidida la batalla a favor de los reales, incluso el propio rey con una antorcha se paseaba solo y triunfante por el lugar prendiendo fuego a las casas y chosas cercanas.
Pero tal afrenta y su exceso de confianza le costaron caro, pues es en ese preciso momento que de repente, una horda de valientes campesinos, arremete contra el rey, cerrándole el paso.
-¡¡Está rodeado!!- grita Dante mientras al instante galopa rápidamente hacia donde se encuentra su padre atrapado entre los campesinos armados.
-¡¡Dante!!- grita Bowen que sorprendido va tras él con su caballo.
El rey se defiende como puede, pero son demasiados sus atacantes. Lo amedrentan gritándole, lo golpean, y finalmente lo derriban del caballo, atacándolo salvajemente mientras yace en el suelo, sus tropas luchan sin cesar en todas direcciones y no se percatan de ello por lo que no pueden ayudarlo. Dante atraviesa los maderos que bloquean el paso al campo de batalla, mas no puede hacerlo Bowen que iba tras él, ya que una carreta se vuelca justo delante suyo cuando unos campesinos cerraban ese acceso.
-¡¡DANTE REGRESA AQUI!!- los gritos del preocupado maestro se tornan cada vez mas angustiosos.
El príncipe se infiltra en la batalla sigilosamente, desmonta y para no ser reconocido se cubre con un harapo que encuentra en el suelo y se coloca tras unas cajas, solo para ver como los ataques a su padre se detienen lentamente y sus victimarios se dispersan en la batalla.
Este se acerca al cuerpo de su padre casi muerto, pero su rostro no refleja los sentimientos que debería reflejar. En su lugar una expresión de codicia y triunfo distorsionan la expresión del próximo rey. Dante se inclina, pero no para darle el último aliento de despedida a su padre, si no para retirar la corona de su cabeza.
-¡¡HIJOOOO!!- el rey toma repentinamente el brazo a Dante, pegándole un susto de muerte.
-¡¡Dámela es mía!! ¡¡Muere!! ¡¡Muérete ya!!-
El príncipe arroja el brazo de su padre lejos de él dejándolo morir, mientras se da media vuelta, aferra la corona a su pecho, se cubre y trata de escapar, guiándose por los llamados de preocupación que vociferó su maestro. Dante busca con la mirada el lugar de donde Bowen lo llamaba, pero al parecer sus gritos se detuvieron. Da algunos pasos hacia el frente, esquivando piedras que son lanzadas desde algún lugar improbable, pero no logra avanzar mucho cuando siente un tremendo empujón en la espalda, acción que lo impulsa varios pasos hacia adelante donde una lanza clavada entre dos maderos se incrusta parcialmente en el pecho del príncipe.
Aunque no lo atravesó y a pesar que solo se le incrustó la punta, esta se clavó directamente en su corazón. Dante no grita, está paralizado por el dolor y lo único que puede hacer ayudado por sus reflejos, es liberarse de la puntiaguda hoja de la lanza y darse media vuelta.
Sus ojos le revelan a una joven hermosísima sentada en el suelo luego de su caída, para mala suerte del príncipe, tuvo que ser él quién amortiguara dicha caída. Sus cortinas de cabello tapaban gran parte de su rostro pero aún así Dante no olvidaría la visión que tuvo de su accidental y hermosa agresora. Momentos antes de perder el conocimiento, siente como una mano milagrosa y salvadora logra tomarlo del brazo y subirlo al lomo de su caballo, para sacarlo de aquel peligroso lugar.

He vuelto

Mañanas complejas, tardes pesadas, noches de insomnio y dias con mucho caos me alejaron de ti blog querido, pero he vuelto y prometo no volverte a dejar, al menos hasta donde mi vertiente vital pueda seguir incorporandote mis dias tan llenos de ese caos que me envuelve y que comienzo orgulloso a apreciar. Aventuras, falta de sueño, pesadez, responsabilidades, felicidad, tristeza y más caos vienen con esta segunda temporada de Dias Caótico las tortuosas, románticas y descabelladas historias de un soñador ya no tan falto de sueño y definitivamente escaso de tiempo. He vuelto...

lunes, 21 de marzo de 2011

La confianza que Perdí

Facundo está de pie ensimismado, contemplando el jardín principal de su casa desde la ventana de su cuarto al cual le caen palomos heridos que el rescata. Esta triste porque perdió muchas oportunidades, las cuales (el se niega por orgullo a aceptarlo pero sabe que todas) fueron otorgadas por su padre, Joaquín Lizandro Martines Correa, un Coronel del ejército con fama de estricto incorregible y famoso por poseer un carácter y convicciones férreas.
Facundo Martines acaba de cumplir 19 años y ha perdido la confianza de su padre por defraudarlo en más de una oportunidad. Las ganas de trabajar en una máquina del tiempo para echarse a andar dos años hacia atrás lo consumen, pero no puede y no lo hará.
Facundo Martines Montoya sale a caminar para despejar su mente de las cosas que se arrepiente no haber hecho pero se da cuenta que es inútil, pues tuvieron que pasar muchas otras cosas para que por fin el se diera cuenta que si el no esta, las plantas igual crecerán y que así el este en otro lado el tiempo no se detendrá.
Mientras avanza por la calle principal de su urbanización ve como los escolares corretean a la salida de clases, mal diciendo por lo bajo a si mismo y deseando con todas las fuerzas del mundo poder ser uno de ellos, pero no puede y no lo será.
Facundo no es un hijo digno del padre, nació escritor y no una fiera... hijo de su madre! Facundo no quiso nunca ser militar, no se alistaba a los servicios y levantaba dudas. Facundo tiene fama y mucha pinta de raro, pero a todo el mundo le hace ver que eso no es malo. Facundo tiene un algo que le hace distinto, distinto como cada quien es pero nunca visto.
Por casi todo eso, el Coronel considera ahora un inútil al segundo de sus hijos, a Facundo a pesar de ser este el que se lleva -o llevaba- la mayor parte de la atención del Coronel Martines.
Facundo no sabe de que forma recuperar la confianza del padre, pues esta defraudado de su propio hijo. El Coronel no tiene a nadie de quién sentirse orgulloso, aún.
Facundo llora un poco, a veces camina pensando en él, en su padre en la confianza que perdió, en como fue que la perdió y en como la recuperará, si eso es aún posible.
Facundo es distraido, pero tiene buenos sentimientos. Facundo no quiere ser militar, en realidad no se sabe con exactitud lo que quiere, aunque puede el si lo sepa, pero tal vez ya sea demasiado tarde para contarle sus planes al Coronel, pues siente vergüenza de haber defraudado las espectativas de su padre tantas veces.
Facundo vuelve a casa, camina por todos los pasillos, recorre todas las habitaciones insistiendo en su cabeza que de tener una oportunidad más demostraría todo lo que
no demostró en las anteriores veces que las tuvo, que es capaz de hacer sentir orgulloso al Coronel.
Facundo limpia y ordena intentando distraerse, pero la expresión de indiferencia del Coronel en su última conversión -donde un lapidario "hasta aquí nomas"- lo condenó, rebota y se proyecta en el ecrán de su cerebro.
Facundo se encierra en su habitación, se recuesta mirando el techo y cerrando los ojos se imagina rapado, metido en un traje militar de gala blanco, usando correaje y zapatos de charol. Saliendo graduado de la escuela militar, y afuera su padre esperándolo con el auto para llevarlo a celebrar su egreso, dándole un abrazo y vociferando en plena avenida "¡Ese es mi Facundo carajo!", pero eso no sucede y no sucederá.
Facundo también se imagina un Domingo por la mañana, en una ciudad muy lejana a su padre comprando el diario mas importante del país y abriendo la página de política imagina el rostro del Coronel cuando se encuentra con que la columna de esa sección es redactada por nada mas y nada menos que el inútil de Facundito, el maricón que no quiso ser militar y que ahora escribe para ese importantísimo diario desde muy lejos, eso no sucede, pero... ¿porqué no podría suceder? preguntenle a Facundo, que se levanta un día muy temprano y decide recuperar la confianza del Coronel, la confianza que a él mismo se le dio la gana de perder, pero que decide ahora y definitiva mente recuperar.
Este se ducha, se cepilla, se viste, baja a tomar desayuno, y siendo las 7:44am se pone de pie, y camina por el pasillo que separa la cocina de la habitación del Coronel, toca la puerta y escuchando la voz de su padre indicándole que pase, atraviesa el dintel y entra a la habitación.

martes, 22 de febrero de 2011

Conexión

Harían bien las parejas de novios en no estar tan conectados virtualmente. No lo afirmo, pero pongo sobre la mesa la posibilidad de que podría resultar muy saludable para el fortalecimiento de las relaciones que no se inicie vínculo alguno a través del Messenger, el Facebook o esa cosa que no sé cómo diantres funciona y que se llama Twitter.

En lo personal, pienso que Messenger es un medio genial y muy útil para la temporada de seducción. Afanar a través del Messenger –ayudándote con los explícitos emoticones y siendo todo lo atrevido que no eres cara a cara– es tremendamente cómodo. Sin embargo, por irónico que parezca, una vez que estás con novia, cabe la posibilidad de que esa misma herramienta –antes cómplice– se convierte en vil enemiga.

Por eso, para evitar ese despropósito, esta es mi recomendación: si tu novia figuraba entre tus contactos antes de convertirse en tu novia, sácala lo antes posible y pídele que haga lo mismo contigo. Si, en cambio, ella nunca estuvo en tu red virtual, no la incorpores. Y es que tener a la novia en el Messenger podria propiciar varios escenarios incómodos. Por ejemplo:

1) Ambos se acostumbran a chatear más que a conversar, y por la noche, cuando se vuelven a ver después de un extenuante día de clases, ya no tienen gran cosa que contarse. Todos los temas sustanciosos del día –esos que hubiese valido la pena desmenuzar en vivo y en directo– se agotaron en el Messenger, se perdieron en la velocidad de esas frías chácharas de pantalla.
Como consecuencia, una vez que están solos, frente a frente, los silencios se multiplican entre ustedes de modo vertiginoso. Las capas de hielo se van levantando, una detrás de otra. “De qué le hablo, carajo, de qué le hablo”, te interrogas hacia adentro. Ella te mira, tú la contemplas. Eso es todo. A su costado, una pareja de maniquíes se vería más locuaz y comunicativa.

2) Con tu novia conectada todo el tiempo, el chat puede dejar de ser un placer relajante para convertirse en una adicción enfermiza. Chatean una, dos, tres horas seguidas y el chateo frenético los distrae por completo de sus respectivas labores académicas. Sin darse cuenta de lo super enchufados que están a la ventanita del MSN, de lo preocupantemente ansiosos que se ponen esperando la inmediata respuesta del otro, se transforman en empleados sonámbulos. Rinden menos, producen la tercera parte de lo que producían, flojean y dejan de cultivar la iniciativa responsable que antes los distinguía. O sea, pasan a ser un par de mediocres más del sistema.

3) Si los diálogos virtuales de cada día se hacen muy extensos, corren el riesgo de torarse desangelados y hasta pueden caer en un pozo funesto. Ahí hay que tener mucho cuidado, ojo, porque el hastío del bla–bla–bla suele dar lugar a patéticos malentendidos. Un chateo ligero e inofensivo puede convertirse, de la nada, en la versión on line de La Guerra de los Mundos:

–Y amor, ¿qué más me cuentas?
–Nada bebé aquí, sigo en clases :)
–Oye…
–Qué…
–¿Te dije que te quiero? <3
–Sí, corazón, yo también
–¿Pero cuánto?
–Mucho, mucho ^^
–Ah, ya, más te vale, ja, ja
–Ja ja ja ja xD
–Oye…
–Qué…
–¿Y qué estás haciendo exactamente?
–Nada, pues, leyendo. ¿Y tú?
–Aquí, en la U también, editando unos textos, pero hablando contigo n.n
–Ah…
–¿Ah qué?
–No, nada
–¿Nada?
–Sí, pues, nada :S
–¿Qué? Ya no tienes nada que decirme?
–No sé pues, amor, estamos hablando
–Sí, pero parece que te molestara
–Nada que ver x.x
–¿Estás seguro?
–¿De qué?
–De que no te pasa nada
–(…) Un ratito, amor, me llaman para la expo >.<
–¿Expo? Oye, no te vayas dejándome así
–Un segundo y regreso…
–Siempre me haces lo mismo
–Nos está llamando el profesor al frente, mi vida!!
–Ya, pero estamos hablando de algo importante
–(…)
–Oye, contéstame…
–(…)
–Pucha, te fregaste conmigo
–(…)
–Nunca me haces caso. Sabes qué: mejor ya no vengas a mi casa después, ya no me provoca
–(…)
–Y tampoco estoy segura de querer ir el sábado a lo de tus amigos!!
–(…)
–Qué pena que siempre dejes nuestra relación en segundo lugar u_u
–(..)
–¡Ves, a esto me refiero cuando te digo que ya no somos tan compatibles!
–(…) Ya, amor, ya terminamos la expo, el profesor nos formuló muchas preguntas y…
–¡¡Qué amor ni que ocho cuartos!!! ¡¡Me dejas hablando sola como una cojuda y después actúas como si no pasara nada!!
–¿De qué hablas?
–De eso, precisamente de eso: nunca sabes de qué hablo!!
–Amor, qué te pasa!
–Nada. Ya no quiero verte hoy
–Pero por qué
–Aj, lo estás haciendo a propósito ¿no?
–¿Estás bien?
–¡¡¡¡¡No!!!!!!!! ¡¡No estoy bien!! ¡¡No estamos bien!! ¿No te das cuenta?
–¿¿¿Pero de qué??
–Qué idiota eres, me haces sentir como si fuera una loca
–Espérate princesa, mejor te llamo, no entiendo nada
–¡¡No, no me llames!! ¡¡Y tampoco me digas princesa!!!
–Pero por qué
–¡¡Porque te odio!!

[El diálogo concluye así: ella furiosa huyendo del chat (y apretando los botones del mouse con rabia, como si el pobre aparato fuera una de tus extremidades), y tú, desconcertado, preguntándote en qué momento se fue todo al cacho]

4) Ese es otro punto grave: como en el Messenger no hay comunicación gestual, uno interpreta tonos e intenciones que no siempre coinciden con los originales. Allí donde uno soltó un chiste, el otro asumió una burla. Allí donde uno lanzó una propuesta seria, el otro asumió un chiste. Allí donde uno lanzó una burla, el otro asumió una propuesta seria. Las posibilidades de tergiversación son infinitas. Al final, los dos, por viciosos de la tecnología, acaban jugando al teléfono malogrado y dañan lo que pudo ser una conversa bacán, abierta, clara y memorable.

5) A través del Messenger los novios están tan ubicables que dejan de extrañarse. ‘Ver’ a tu novia en el estado de conectada es una manera de certificar que está bien, que está a salvo, lo cual desmantela esa siempre recomendable cuota de incertidumbre que debe existir ente dos chicos que se gustan y se quieren. No saber nada de tu novia a lo largo del día hace que te preocupes por ella, que te inquiete conocer su paradero, que la añores. ‘Verla’ allí, en cambio, convertida en un disponible y regordete peón verde, puede arruinar el encanto de la distancia bien administrada.
Cabe señalar aquí que nunca falta el enamorado celoso y atormentado que desconfía de la autenticidad de los estados virtuales de su pareja. Si ella está en Salí a comer, él piensa que sí, salió a comer, pero con otro. Y si ella está en Ocupado o Ausente, él sospecha todo lo contrario: que está muy libre y muy presente, pero que no quiere hablarle.

6) Si tu novia es muy susceptible, tarde o temprano reclamará aparecer en la foto de tu perfil del Messenger (que, para mi sorpresa, ha terminado teniendo casi tanto valor como la foto de la billetera). Si en vez de poner una imagen de los dos, tienes la frescura de colocar una muy sexy en la que sales solo y sonriendo, ay de ti, tendrás que soportar un cruel interrogatorio.
“¿Y esa fotito?”, “¿Por qué no pones una foto conmigo ah?”, “¿Acaso me niegas?”, “¿O no quieres mostrar que tienes enamorada?”. “Anda, pues, pon la que nos tomamos el otro día en Barranco, a ver si me quieres”. “Pruébalo”.
Esas son típicas demandas posesivas de las novias que no se quedarán tranquilas hasta lograr su legítimo y algo vanidoso cometido: que te luzcas con ellas en el palacio de la fama de Internet.

7) Con el Facebook la cosa se complica todavía más. Si cometiste el error de inscribir a tu novia como uno de tus contactos, más te vale que especifiques tu estatus sentimental dentro de los datos generales. Recuérdalo, ya no estás soltero: estás en una relación, y es menester que lo proclames y hagas público. Eso sí, recuerda algo: entre hacer ese anuncio y llevar un anillo en el dedo no hay ninguna diferencia.
Lo verdaderamente trágico es que una vez que revelas tu situación afectiva todos tus contactos estarán al tanto del vaivén de tu vida amorosa: de cuándo se inicia y, sobre todo, de cuándo se acaba.
Por ejemplo, la información privada sobre tu rompimiento (que antes era reservada a los pocos amigos de confianza) ahora se prostituye, se divulga, se contrabandea y, al cabo de unas horas, se hace extensiva a cientos de personas que no tienen nada que opinar pero que igual opinan.
Si tu novia rompe contigo, no se come ningún roche virtual, pues ella misma se apurará en variar su estatus: de ‘comprometida’ pasará a ‘soltera’. El único mongo que pagará los platos rotos eres tú, que no solo tienes que tragarte el sapo de la depresión, sino que, encima, tienes que ver cómo se inscribe, contra tu voluntad, en el muro público del Facebook, la frase lapidaria Ya no estás más en una relación. Frase que va debidamente acompañada por la cachosa imagen de un corazón en miniatura fracturado en dos mitades.
Una vez que tu ex novia actualiza unilateralmente el estatus de ambos, no pasan ni dos minutos antes de que algún retrasado mental, jugando a compadecerte, aparece y te pregunta: ¿oe, broder, estás bien?

(…)

Por todo lo expuesto creo que estaría bien en el futuro, que yo me mantenga (sino lejos) a cierta distancia del Messenger y del Facebook de mi chica.
Ingresar a sus redes sociales sería como rebuscar en sus cajones, como mirar las llamadas de su celular, o como revisar su agenda rápidamente mientras ella se levanta para ir al baño.

Además, conozco perfectamente mi naturaleza celotípica y sé que resulta muy sano tomar precavida distancia de todo ese universo de información.
De la misma manera en que el alcohólico en vías de regeneración evita pasar cerca de una licorería por miedo a la recaída, así yo evito pasearme por esas páginas de la Internet por temor de no poder neutralizar las ganas de meter mis narices.
Si un día me asaltan los celos (cruzo los dedos para no ser poseído nuevamente por esa locura), lo primero que haría, lo sé, sería navegar por su Facebook como un chismoso desquiciado, buscando indicios para justificar mi paranoia.

Ya me veo: invirtiendo horas en hacer un barrido digital para averiguarlo todo. A quién le escribió; qué foto comentó; a quién agregó; a qué grupo se unió; fan de quién se hizo; qué álbum creó; que aplicaciones usó; qué test contestó; a qué eventos asistirá; quiénes le han dejado mensaje; qué nuevos contactos tiene. Uf, no, paso. De solo imaginarlo me indigesto. Sería un veloz atajo a la demencia.
Ya una vez, hace años, caí redondito en la tentación del vouyerismo computacional. Hice malabares de hacker y me filtré en el Hotmail de una novia (en realidad, le devolví el gesto, pues ella había hecho lo mismo con mi correo meses atrás).

Fue espantoso. Hallé todo lo que imaginaba que podía hallar. Había mails comprometedores, chateos íntimos, confesiones de las que hubiera preferido no tener idea. (No me hago la víctima: ella podría haber dicho exactamente lo mismo después de sus indagaciones por mi Hotmail).
Salí anímicamente tan desgastado de esa intromisión que me arrepentí por siempre de haberla perpetrado.

Hoy –en contraposición con el celoso infame que fui– he decidido practicar una filosofía más desapegada.
Mi precepto de cabecera es este: “Si quieres que una mujer no te engañe, dale la libertad para que lo haga. El día que le impongas una restricción estarás invitándola a que la viole”. ¿Qué quiere decir eso? Que la libertad nos lleva a moderarnos, sin necesidad de sufrir el yugo de candados exteriores. Por ejemplo, si le adviertes a tu novia “no quiero que hables con tu ex nunca más”, sin querer le estarás sembrando en la cabeza la inquietud por hacerlo. Pero si no le haces ninguna advertencia, quizá ella lo piense dos veces antes de traicionar tu confianza.
Es mejor que ella reprima el deseo de hablar con su ex por las ganas de respetarte antes que porque tú la obligaste a que te respete. (Aunque ahora que lo pienso mejor, lo ideal sería que ese deseo ni siquiera exista, pero, claro, ya se sabe que no hay control que valga en el rugoso ámbito de los deseos).

(…)

Estar expectorado de las redes sociales de una novia no me preocuparía. Esa realidad virtual sería parte de su espacio. Lo que allí ocurra no sería de mi incumbencia, a no ser que ella quiera compartirlo conmigo deliberadamente.
Si de usar tecnologías se trata, lo único que me nace naturalmente hacer, podrían ser cosas apacibles y detallistas como intercambiar bonitos mails, llamarnos por celular y hasta mensajearnos por el móvil, lo cual reservaría para nosotros dos, una cómoda privacidad, pero confieso que no me nacería hacer cosas como buscarnos en el Twitter, ni saludamos en el Skype, ni colgarnos del Flickr, ni nada de eso.
Podríamos ser un par de chicos un poco abrumados por las novedades de la modernidad (a las cuales paradójicamente ya estamos todos acostumbrados), que prefieren disfrutar de una conversa a la antigua, sin cables ni intermediarios.

(…)

Dentro de pocos años, cuando todos estemos atrofiados de tanto vínculo impersonal y distante, quizá se ponga de moda estar mudo en presencia de la novia.
Las parejas saldrán a la calle sin dirigirse la palabra. Pasearán en disciplinado silencio y al volver a sus casas correrán a sentarse cada uno delante de su laptop para, por fin, decirse lo que sienten. Mientras menos hables en persona más encantador serás.
Algo me dice que a los novios del futuro (como a muchos lectores del presente) mis teorías les importarán un cuerno, pero nada me cuesta hacer apología de ellas.

jueves, 17 de febrero de 2011

Recordar

Te recuerdo con cariño y gozo
Estabas radiante y sonriente
Y mirábamos al mar azul y tranquilo
Y te acompañaba y protegía.

Las bolicheras con su arena y olor a mar
Y ahí donde tantos marineros habían soñado
En sus vidas, en sus hijos, en sus futuros
Ahí donde los camarones caminan y chocan pinzas.

Y caminamos acompañados uno del otro, llegando como una ola
Y reímos el uno junto al otro, los que gozaban
Y el hombre gruñón que reclamaba no sabía volar
Y el que te miraba sabía que eras bonita.

Cuerpo de mujer tienes, ombligo del amor eres
Tu aroma me habla de olores celestiales
Y estuve feliz con el mundo por un momento, en la paz
De las medusas y el barco del firmamento, contigo al lado.

A Clau.

Dolor de Ex

Con Karla Yalta estuve casi un año (sumando los exabruptos que hubieron en el camino). Fue mi primera enamorada en serio. Tanto tiempo ha pasado desde entonces que ya no me da vergüenza admitir que me enamoré de ella, no perdida, sino perdedoramente. Tan embobado estaba con la Karliz que su decisión de acabar la relación alteró -de polo a polo- todo mi ecosistema emocional. Cual si fuera el devastador Huracán ‘Katrina’, Karlita atravesó mi adolescencia, llevándose todo a su paso, provocando violentos sismos y tsunamis en las regiones más agrestes de mi cuerpo; arrancándole postes, árboles, casas y vacas a la diminuta geografía de mi vida. Más que dolido, quedé damnificado. Por eso, cuando algunos años más tarde recuerdo la primera vez que me (le) declaré en mi vida, a mi corazón le dio la garrotera.

Tener novia es...

Cuando uno está con novia, la vida recupera algo de su decencia perdida. Los fines de semana, por ejemplo, ya no los inviertes en agarrarte a botellazos con tus amigos solteros en un bar de mala muerte, ni en acudir en mancha a una de esas discotecas en las que ves la noche pasar acodado en una barra. Cuando uno está con novia, los viernes y sábados son perfectos para una maratón de películas. Llegas a su casa, preparan juntos la canchita y se despanzurran descalzos en el sofá de la sala. O también pueden pedir una pizza por delivery y atravesar la madrugada al ritmo de sempiternos campeonatos de ‘Scrabble’ (o de cualquier juego de mesa en el que ella siempre te sacará la mugre). Engordas increíblemente cuando estás con novia (no es mi caso), pero no lo lamentas, porque ella empezará a llamarte ‘gordito y hay algo poderosamente encantador en ese trivial diminutivo.

Cuando estás con novia, exploras otras maneras de cuidar tu cuerpo: te aplicas un poco de crema exfoliante y también de la humectante y, por qué no, hasta de la hidratante. Cuando estás con novia puedes organizar salidas en parejas, inacabables noches de ‘Charada’ y ‘Twister’ con amigos, y hasta es más divertido programar el típico viajecito a Cieneguilla o Lunahuaná.

Una novia te ayuda a vestirte mejor. Una novia te enseña a cocinar (si es que no lo sabes ya). Una novia te insiste para que ordenes tu cuarto, limpies tu casa, organices tu agenda, te afeites dos veces por semana. Con una novia puedes ir al cine a ver comedias románticas sin sentir culpa. Una novia hace que tu mamá deje de sospechar inmediatamente que eres gay, y si eres gay, una novia te permite dudarlo. Cuando estás con novia, dejas de mirar a todas las mujeres en la calle como un animal excitado y muerto de hambre, y solo observas a las más guapas con el rabillo del ojo. Cuando estás con novia, siempre tienes con quien bailar y eres la envidia de los solteros que se pasan la fiesta estáticos, maldiciéndote desde sus mesas.

Tener novia es tener alguien con quien comer helados y tomar capuchinos después de clases. Es, desde luego, tener alguien con quien conversar sobre esas millones de cosas bonitas de las que tus amigos suelen burlarse. Con una novia puedes despertarte y sentir, ingenuamente, que nunca más estarás solo. Con una novia puedes perder la cabeza, recostarte en la cama con los audifonos puestos escuchandote todos los tracks de "Viva la Vida or Death and all his Friends" hasta quedarte dormido pensando en la próxima vez que estarán juntos. Con una novia puedes pelearte sabiendo que en la reconciliación está el gusto. Por eso y por todo lo no mensionado, todas las personas en el mundo son inmensamente felices de tener a alguien a su lado.

jueves, 13 de enero de 2011

Mi abuela es un Ángel

Carmen, nombre femenino de origen hebreo "Kar-mel", que significa "Jardín de Dios", es el lugar donde irá mi abuela cuando no esté más conmigo, que espero yo, sea dentro de muchísimo.

Carmen es mi abuela materna, mamá de mi mamá y mamá también de mis 5 tías, hermanas directas de mi mamá, es de las poquísimas personas por las cuales yo daría mi vida, es la persona más respetable, amable y correcta que conozco, es la mejor modista del planeta, y aparte de ser todo eso, es la persona más buena de este mundo y yo, la amo. Acomódate lector extraño, sonríe un poco y lee atentamente como con toda la dulzura, sinceridad y amor del mundo, te cuento en síntesis, su historia.

Mi mamita Carmen es (en la actualidad) la mayor de una, no tan larga, ni tan corta, serie de hermanos y hermanas, hijos de mis bisabuelos ya fallecidos. De muy joven conoció, se enamoró y casó con mi abuelo el corredor, Don Sergio, de ese matrimonio nacieron 6 hijas, todas mujeres, sin excepción. Una de ellas, homónima de nombre con mi abuela vendría a ser mi mamá.

Vivian en esos tiempos en un barrio no tan bonito de Lima, con muchas incomodidades, pero por lo que sé, eso no fue impedimento para el desarrollo y progreso de la familia, no digamos del matrimonio, pues Sergio, mi abuelo no se portaba tan bien con mi celestial mamita Carmen, por lo que su matrimonio se disolvió pasados algunos años. Luego de eso, mi abuelo se alejaría (y por lo que sé, desentendería) tanto económica como socialmente, de la familia que, cierta vez había prometido frente a un altar, formar.

Los años siguieron pasando y solo mi abuela, junto con aquellas 6 muchachas en aquel barrio que, a pesar de los años, no cambiaba su noble y rústica apariencia, iban formándose y consolidándose como una unida y pujante familia, que, superando las dificultades y sometiéndose a muchos sacrificios, pudieron conseguir y esa fue, y es, la más grandiosa lección de vida que yo haya podido ver (o en todo caso, de la cual solo haya yo podido saber) en mis 18 años.
Con el paso del tiempo, Cuatro de las Seis hermanas se casaron y tuvieron familia, una profesión o casi una profesión, y una vida normal y tranquila, o casi una vida normal y tranquila, bueno, nada es perfecto. Las otras Dos hermanas, no necesitaron de casarse para realizarse, pero toda esta felicidad, desarrollo y colores rosas, fueron gracias a la perseverancia y heroica actitud de mi mamita Carmen, que tan sumida en las limitaciones que la vida en aquel barrio poco desarrollado de Lima le ponían, no se amilano y siguió adelante con esas 6 chicas como responsabilidad.

Mi mamita Carmen NO es actualmente. una mujer con edad en extremo avanzada, ni tampoco una mujer demasiado joven, gracias a Dios es una alguien que goza de una salud estable, y energías suficientes como para continuar trabajando como modista y mantener, con la ayuda de sus 6 ya no tan pequeñas, hijas, aquella casa ya completamente terminada en aquel barrio de Matute, ya no tan maltratado como en aquellos años pasados.

Mi mamita Carmen es una mujer que ha superado los innumerables retos que la vida le puso al frente y un ejemplo de vida tanto para mí, como para mi familia, y quien sabe, tal vez para ti también, alguna vez lo sea.