lunes, 15 de agosto de 2011

Capítulo II: El corazón de Dragón

-Ha muerto mi señora, el rey Frain, su esposo, asesinado- Broke anuncia con pesar y congoja en los aposentos de la reina, ahora viuda del tirano. Ella solo agacha la mirada y se mantiene inmóvil, las cosas que pasan en ese momento por su cabeza son difíciles de manifestar incluso para ella misma. Un aura de soledad y un silencio tétrico envuelven la gran habitación, y solo es roto por los gritos y quejidos del joven príncipe quien se retuerce del dolor en los brazos de los soldados que lo sostienen e ingresan seguidos por un afligido y preocupadísimo Bowen. La reina se pone de pie inmediatamente.
-Recuéstenlo en la cama- indica el caballero a los soldados. Los gritos de Dante son cada vez más fuertes mientras la sangre no deja de brotar de su pecho.
-¡¡Fuera!! ¡¡Fuera!! ¡¡Fuera Broke!! ¡¡Fuera todos!!... tú quédate Bowen- ordena la reina, mientras trata de calmarse y atender a su hijo, retirándole la pechera de entrenamiento e indicándole a Bowen le alcance una cubeta con agua.
-Perdóneme mi señora Crisanda- se lamenta el caballero.
-No hay nada que perdonar, la tiranía de su padre lo llevó a este fin- lo consuela la reina, mientras trata de limpiar el pecho de su agonizante hijo. La herida queda a vista plena de Bowen quien inclina su mirada en un gesto noble por disimular su impresión.
-Ya no se puede hacer nada por el- Bowen clava sus ojos en los de la reina. En su rostro se dibujan signos de resignación.
-Aún hay algo más…-
Las esperanzas de la madre del príncipe moribundo se sostienen ahora de antiguas leyendas y creencias que legaran su valeroso pueblo, los celtas. La reina llama a los sirvientes y a varios soldados a preparar un transporte para el príncipe, quien es colocado en una camilla grande y sacado del castillo por una caravana que dirige su madre hacia un lugar improbable. Bowen a su lado, la reina Crisanda toma la mano de su hijo mientras este repite con su maestro los antiguos preceptos.
-“Un caballero jura valor, su corazón solo conoce la virtud, su espada defiende a los indefensos, su poder sostiene al afligido, su palabra solo dice la verdad, su ira deshace la maldad…”-
La reina indica a los soldados seguir por un camino de rocas, los lleva a las colinas, hacia lo alto de las cuevas más grandes. Lo más rápido posible, ingresan mientras la oscuridad se cierne sobre ellos, las antorchas son su única luz en el lugar.
En lo profundo de aquella colosal cueva de rocas, la luz que se proyecta puede reflejar una sombra. Aquel aposento es el hogar de una legendaria criatura, quien al verlos acercarse con timidez decide manifestarse.
-¿Las estrellas brillan esta noche humanos?-
-¡No mi señor, ningún alma brilla en esta oscuridad!- la reina rompe el silencio de los temerosos visitantes.
Los soldados temen al ver en lo profundo de la cueva, la silueta del majestoso ser, pero la reina les indica que se calmen y que recuesten al príncipe en una gran roca frente al dragón, este se dirige nuevamente hacia su majestad.
-Crisanda, hija de los celtas-
-Gente que amó a los de tu clase y te llamó amigo, vengo a ti por el-
-Sí, el hijo de aquel rey cruel y lleno de artimañas ¿por el has venido esposa del mata dragón?-
-Soy ahora viuda del mata dragón, pero este joven no es como su padre… este caballero es su mentor y le ha enseñado los antiguos preceptos- le dice colocando su mano sobre el hombro de Bowen-Necesito que me ayudes- Lenta y cuidadosamente Crisanda descubre el pecho de su hijo.
-La herida es profunda- replica el dragón –Sabes lo que pides-
-Te lo suplico mi señor, le enseñaré a ser como tú, crecerá en tu gracia, será bueno y justo… lo juro-
-¡No! El joven debe jurar, dame tu espada caballero- el dragón extiende su enorme garra. Bowen reacciona lentamente, desenvaina su espada y se la ofrece al dragón quien ruge, Dante abre los ojos y se mueve temeroso.
-No tengas miedo hijo, el te salvará-
-Escúchame muchacho, jura que la lujuria y la tiranía de tu padre murieron con él, jura que vivirás y gobernarás con clemencia, ven a mí y aprende las antiguas costumbres ¡Júralo!-
-Lo… ¡lo juro!- le responde con dificultad el muchacho.
En ese momento, el príncipe dio su último suspiro, segundos después dejó de existir.
-¿Dante? ¡¡¿DANTE?!! ¡¡ESTA MUERTO!!- replica Bowen en su desesperación.
-Sosiégate caballero de la antigua orden y atestigua los milagros de la pasada gloria- el dragón entrega la espada a su dueño y es ahí cuando todos en el lugar son testigos de un hecho extraordinario.
Del pequeño corte que se propinó con la espada el dragón en el pecho, se desprende una luz incandescente, tan brillante como una estrella. Este coloca su garra sobre el pecho de Dante y deposita la luz en él.
Con una ráfaga de fuego, su herida es cauterizada. Dante despierta repentina y pausadamente para asombro de todos.
-La mitad de mi corazón para hacerte fuerte, su fuerza para purificar tu debilidad. ¡Vive y recuerda tu juramento!-
Los soldados retiran la camilla de Dante con él, la reina inclinándose agradece al dragón y se retira con la cabeza gacha, pero Bowen con mucho decoro, amabilidad y cortesía agradece a la majestuosa criatura diciendo:
-Serví al padre solo por el bien del hijo, todas mis esperanzas están en el, perdona a un tonto que dudó, llámame si me necesitas, haré lo que me ordenes pues de ahora en adelante mi espada y mi lealtad están a tu servicio.-
-Bastará con que siempre le recuerdes su juramento, caballero de la antigua orden- el dragón se da vuelta y se oculta en lo más profundo de las rocas mientras toda la caravana real termina por retirarse.

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