lunes, 15 de agosto de 2011

Capítulo III: El legado del tirano.

La mañana en la que Dante despertó el sol brillaba y se filtraba por entre sus cortinas. Este se sienta en la cama, tocándose suavemente la herida en su pecho, la cual aún cicatrizaba, metros más allá visualiza a Bowen dormido en una silla, con la cabeza sobre el hombro. El príncipe se pone de pie y sin mirar a su maestro sale de la habitación con el semblante claramente mejorado. Los días transcurrieron en medio de un ambiente de luto, pues se llevaban a cabo los funerales del rey Frain. No muchos se entristecieron con la muerte de este cruel hombre, pues casi todos los habitantes del reino así como Bowen habían puesto sus esperanzas en la asunción al trono del joven Dante, quien lució una túnica purpura con encajes dorados muy elegante el día de su coronación y la alegría que este desprendió aquella vez, nunca hubiese dejado imaginar que hacía pocos días su padre había muerto acecinado.
-¡Larga vida a Dante, nuestro rey!- gritaba Broke a viva voz mientras varios soldados a caballo escoltaban al flamante monarca por las aldeas aledañas y los alrededores del castillo. Curiosamente cerca de la multitud que aclamaba al nuevo rey, una joven de cabellos largos y encendido color de ojos miraba detenidamente al muchacho, recordando el accidente que ella pensó, le costó la vida a quien ahora veía como rey.
El rey sonreía, y cerca de él Bowen esbozaba gestos de desagrado ante tanta pomposidad dedicada al evento. Los campesinos y siervos aún se mantenían escépticos ante las reformas que plantearía Dante y si este sería capaz de corresponder a las demandas de un pueblo en desesperación.
Los meses trascurrían y pareciese como si nada hubiese cambiado, excepto las habilidades de Dante con la espada quien en cada entrenamiento con Bowen mejoraba significativamente. Nadie lo sabía, pero Dante y Broke ocupaban su tiempo en otras cosas. Planearon en secreto la reconstrucción del castillo de los celtas, por lo que utilizaban como obreros a los campesinos, quienes prestaban sus servicios al rey tan solo por necesidad, siendo obviamente explotados.
Bowen aparece en el lugar, viendo como Dante se regocija enviando ordenes a los pobres obreros y disfrutando del resultado de sus acciones.
Continuará...

1 comentario:

  1. Qué entrada tan maravillosa, ella mi trajo a éste Blog y ya no lo he abandonado.
    Mentes extraordinarias pululan por Internet, gracias por tu dedicación, que las estrellas brillen también para ti esta noche.

    ResponderEliminar