martes, 9 de marzo de 2010

Historia de un vergonzosa confusión


La primera y única vez que no me cobraron el pasaje de un transporte público y que además me dieron un vuelto, el cual no debía yo de recibir, sucedió hace algunas semanas.

Tenia que levantarme temprano para llegar a la U.N.M.S.M. poco antes de las 9am, cosa que conseguí con cierta dificultad. Terminó de alistarme y luego de tomar un veloz desayuno, salgo hacia al paradero, que se encuentra a algunas pocas cuadras de mi casa en Chorrillos.

Al llegar, levanto la mano derecha al ver aproximarse un vehiculo de color blanco con rayas celestes, el cual identifico como el que me llevará hasta la universidad.

Luego de subir y ver que no había más que 4 personas distribuidas en los asientos, me ubico en uno de ellos, al lado de la ventana, siempre me ha gustado estar al lado de la ventana, porque tengo la sensación de poder apoyarme en algo con seguridad.

Veo pasar al cobrador por el pasillo varias veces, pero en ninguna se acerca hacia mí para cobrarme. Yo no lo llamo, porque desde que subí discute con el chofer lo cual hace aún más evidente su mal humor.

La unidad móvil avanza, y los pasajeros comienzan a subir, hasta llegado el momento en el que la capacidad de los asientos y el pasillo es copada.

A mi me llaman la atención tres personas en particular.

Una señora que se sienta a mi lado, esas con pinta de ultramontanas y que uno se las imagina repitiendo constantemente la frase de “¡las cosas ya no son como antes!” o “¡ay! Esta juventud de ahora”.

Un borracho sentado detrás del cobrador que apoya su cabeza en sus piernas, y que a menudo deja escuchar algunos incómodos sonidos producidos por su garganta

Y un señor con terno y maletín que se apoya del pasamano casi al fondo.

Es cuando el cobrador comienza a cobrar los pasajes, pero diciendo que la tarifa de los domingos (porque era un domingo en la mañana por si no lo había mencionado) es diferente, cosa que desencadena una serie de eventos como de reacción en cadena.

Primero la señora a mi lado comienza a decirle que eso no puede ser posible, que el tipo quiere hacer su “Agosto”, pero al final esta terminó pagándole. El cobrador se justifica diciendo que es una “resolución municipal”. La gente hecha a reír. Al borracho comienzan a darle fuertes arcadas, y este inevitablemente termina vomitando. Los pasajeros comienzan a bajar del vehiculo, al menos 20 de ellos, dejando la unidad con las pocas personas que por motivos de tiempo no pueden bajarse, lo cual me incluye, lo curioso es que al llegar al borracho para cobrarle su pasaje, no se había movido.

-Su pasaje, domingos y feriados es tarifa especial-

Este mete la mano en el bolsillo de su chaqueta y saca varias monedas diciéndole:

-Cóbrate dos-

-¿Con quien más?- le pregunta el furibundo y malhumorado cobrador.

Lo que ocurrió luego de eso me dejó perplejo. Como por inercia, el borracho levanta su brazo derecho y lo pasa por sobre su cabeza señalando hacia mi lado con un dedo, siempre mirando hacia el suelo. El cobrador recibe el dinero, arranca dos boletos y se los ofrece al borracho junto con el vuelto, pero este parece estar ya demasiado cansado como para seguir moviéndose, peor aún hablar. Así que el cobrador aún más furioso, me da los boletos y el vuelto, murmurando claramente “borracho de mierda”.

Yo estaba muerto de la vergüenza y presa de la confusión, la señora a mi lado me pregunta.

–¿Hijito, es tu papá?-

-Es mi tío... ehmm, lejano- le respondo rápida e innecesariamente mirando hacia la ventana. Afortunadamente ya estábamos cerca.

Comienza a apestar espantosamente, y la gente abre las ventanas. Yo ruego porque nadie mas me haya visto u oído inventando que aquel impresentable sujeto era familiar mío.

Pido permiso a la señora y camino por el pasillo despacio, y cuando el chofer se detiene, me bajo rápidamente mostrando mi boleto al cobrador. Sospecho que la señora me mira desde la ventanilla confundida, pero no me dice nada, al menos no la escuché pues traté de cruzar la pista lo más rápido que pude. Aún asqueado, avergonzado por haber inventado esa innecesaria excusa presa de mi confusión, e incómodamente afectado por el mal humor del cobrador, me acerco hacia la entrada principal de la universidad, mostrando mi carnet y fingiendo una sonrisa.

2 comentarios:

  1. Hahaha que buena. Yo ahora ya no pago pasaje en ningún micro :P he coleccionado boletos de casi todas las líneas conocidas por el peruano y tengo 69, simplemente los enseño y ya el cobrador me cree, ya voy 3 semanas viajando gratis :D. Buen post, este es el tipo de cosas que me gustan leer.

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  2. Alguna vez me ha pasado que me han cobrado una vez y como yo tengo el pasaje en el bolsillo y estoy sentanda, y el cobrador anda muy apurado pero con el micro lleno... a las finales nunca llega a cobrarme el pasaje...piensa que ya lo ha hecho eso lo supongo... cuando llego al paradero de mi casa...simplemente le digo donde bajar y no me cobra...luego cuando estoy fuera del micro...me da una especie de remordimiento por no haberle dado ese 1.50: que a mi no me hace pobre pero tampoco a él lo hace rico...

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